Natalia Romé
En un prólogo escrito por Althusser para el
libro de Dominique Lecourt, Lyssenko.
Histoire réelle d’une ‘science prolétarienne’ publicado en la colección
Théorie, dirigida por el propio Althusser, leemos:
...nosotros sabemos, nosotros que no tenemos ninguna religión, ni siquiera la de nuestra teoría, y menos todavía la de los fines de la historia, que la lucha de clases no se efectúa jamás en la transparencia, y que el proletariado (…) no es transparente para sí mismo, clase heterogénea que debe siempre forjar su unidad. En la lucha de clases el proletariado llega a descifrar y afrontar realmente las relaciones de fuerzas en las que se halla involucrado, llega a conquistar poco a poco su unidad (…) Nada de eso se hace en la claridad de una conciencia pura frente a una objetividad pura de la situación (Althusser, 2008 [1976]: 253).
No se trata de cualquier reflexión
filosófica. Se trata de una manifiesta toma de posición en la situación. Como
reseña Yves Sintomer, este texto breve publicado con el sugestivo título “Historia terminada, historia interminable”,
constituye la primera crítica pública de Althusser al régimen soviético (cfr. Althusser,
2008: 249). Una vez más, como aquellas intervenciones
de principios de los sesenta, ésta acierta en colocar una tesis de profunda
densidad teórica que conmueve los pilares de la filosofía, en la misma medida
en que produce un cierto desajuste en la propia escritura althusseriana.