‘Viviendo el final de los
tiempos’, de Slavoj Žižek / Traducción de José María Amoroso Salido, Madrid :
Akal, 2012
Especial
para La Página
|
Žižek es un filósofo esloveno que escribe sobre cine, sobre
cultura contemporánea y sobre política, entre otros múltiples temas. Polémico y
provocativo en sus textos y en sus entrevistas y conferencias, siempre da lugar
a múltiples controversias. Las reacciones que provoca van desde la fascinación
hasta el desprecio. Su discurso es claramente interdisciplinario, pero yo lo
definiría como filosófico, sobre todo en el sentido que definió Foucault:
alguien capaz de hacer una ontología del presente. Su obra abre realmente
horizontes teóricos renovados para
entender lo que somos en la actualidad. Žižek es muy prolífico: constantemente está publicando y lo hace con pasión e inteligencia, aunque a veces se repita. Nunca es neutral, siempre se posiciona con un criterio firme, arriesgado pero consistente. Sus maestros son Hegel, Marx y sobre todo Lacan. Aunque padeció la opresión del sistema burocrático de los países del Este, Žižek no es un converso al liberalismo ni al capitalismo. Por el contrario, ha mantenido siempre un combate teórico por renovar la izquierda real y nunca he transigido con el capitalismo en ninguna de sus formas.
entender lo que somos en la actualidad. Žižek es muy prolífico: constantemente está publicando y lo hace con pasión e inteligencia, aunque a veces se repita. Nunca es neutral, siempre se posiciona con un criterio firme, arriesgado pero consistente. Sus maestros son Hegel, Marx y sobre todo Lacan. Aunque padeció la opresión del sistema burocrático de los países del Este, Žižek no es un converso al liberalismo ni al capitalismo. Por el contrario, ha mantenido siempre un combate teórico por renovar la izquierda real y nunca he transigido con el capitalismo en ninguna de sus formas.
El libro que nos ocupa es una de sus últimas y más
interesantes publicaciones. Muy densa y relativamente dispersa, aunque siempre
encontramos un hilo conductor. Su contenido es básicamente político, aunque
siempre reivindica, en el sentido de Marx, la economía política. Žižek
considera que el capitalismo es hoy un parásito y que no puede ir más allá de
sus límites porque no tiene límites. Pero paralelamente a afirmaciones tan
generales baja también a la arena de lo concreto y analiza, por ejemplo, lo que
ocurre en China, en el Congo y en Haití par entender la lógica del sistema. que
es el análisis crítica del capitalismo y sus ideologías y la defensa de una
alternativa emancipatoria. Žižek no es un reformista, considera que el
capitalismo está llegando a un estado apocalíptico y que es necesaria una
revolución. Lenin sigue siendo para él una referencia de que hay que apostar
por lo imposible para hacerla. El sistema toca fondo y hay que aprovechar esta
situación como una oportunidad para arriesgarnos en la defensa de unos principios,
que siempre es mejor que contentarse con seguir siendo este “último hombre”
dominado por un nihilismo hedonista que acabará destruyéndose a sí mismo. La
lucha es necesaria y la lucha de clases existe aunque no la percibamos. Aquí es
althuseriano sin decirlo : la existencia de clases implica una violencia de la
clase dominada y un antagonismo entre sus intereses. El Estado es un
instrumento de esta clase y solo la violencia contra ella es una alternativa.
La farsa liberal nos encadena a la “ilusión democrática” y nos impide actuar.
El relativismo postmoderno nos oculta la verdad, que existe al margen de la
opinión mayoritaria, que es la verdad de las víctimas y de los principios. La
misma que defendió Robespierre contra las vacilaciones de los conciliadores. La
ética d ella verdad no permite negociaciones, en esto hay que ser
intransigente: considera la tolerancia no como una virtud sino como un defecto
de nuestra época.
Pero el capitalismo no tiene hoy en los liberales sus
mejores gestores. Hay que mirar a China para entender lo que se está cociendo.
Es el capitalismo del futuro, gestionado desde la sombra por un poder oculto.
China es lo anterior y lo posterior del capitalismo europeo, su pasado y su
futuro. China nos da también un ejemplo de como supo transformar el paso al
capitalismo sin los fracasos y el trauma de lo que ocurrió en la URSS. La URSS
rompió con su pasado al condenar a Stalin mientras que en China nunca se
condenó a Mao. Hay aquí también análisis muy precisos sobre el papel de Lenin y
de Stalin en la construcción de la URSS. Estado tiene una importancia radical y
básica: no es una superestructura del capitalismo, Es una realidad que se
sostiene por sí misma, aunque interaccione con la lógica del capitalismo no es
su instrumento sino que tiene una lógica propia. El Estado es hoy necesario
para el capitalismo como no lo ha sido nunca, por mucho que nos quiera engañar
la ideología postmoderna neoliberal. La ideología liberal multiculturalista es
hoy la utopía, un supuesto marco legal neutro que en realidad oculta la lucha
de clases (otra vez Althusser). Žižek reivindica lo que él llama lo
teológico-político frente a lo ético-legal. Reivindica la tradición judeocristiana
(con su mejor representante, Kierkegaard) como lo traumático, lo violento y el
salto al vacío frente al indiferentismo oriental. No es la tolerancia sino la
ira lo que necesitamos. La corrección política nos paraliza. El universalismo
del capitalismo ya no se opone hay a las culturas particulares: sabe
integrarlas. Al capitalismo global hay que oponerle un poder global. Hay
análisis también puntuales que no tienen desperdicio, como la crítica
de Žižek a la propuesta de renta básica, mantra que, aunque como dice el
filósofo esloveno es una de las pocas ideas originales de la izquierda
contemporánea, tiene una carácter muy problemático. Pero no sólo lo tiene por
su carácter utópico, porque es pedirle al capitalismo lo que no puede dar, sino
porque puede conducir, al contrario de su objetivo de una ciudadanía con bases
materiales, a una sociedad dividida entre ricos y productivos consumidores y
una mayoría resentida que vive en la austeridad.
Pero al lado de los análisis políticos hay también
reflexiones más directamente filosóficas sobre la naturaleza de lo real. Me
parece muy sugerente su idea de contingencia radical de lo natural, producto de
múltiples interacciones que producen los acontecimientos. Aunque quiero
señalar, y esto lo ignora Žižek, que decir que todo es contingente es lo mismo
que decir que todo es necesario. Es decir, que las cosas pasan de una manera y
solo pueden pasar de otra en nuestra imaginación. Todo está ligado y todo va
determinado por múltiples encadenamientos, cada uno d ellos cuales es resultado
de lo mismo. Ahora bien, ciertamente una catástrofe puede dar lugar, a la corta
o a la larga, a lago bueno. Y viceversa.
Otra de las cualidades de Žižek es que, a partir de los
estimulantes comentarios que plantea nos introduce en nuevos pensadores,
desconocidos en nuestro país para casi todos nosotros. En este caso es
Catherine Malabou, filósofa francesa muy interesante y desconocida en nuestro
país, que también es una gran conocedora de Hegel y en Freud (aunque sobre todo
lo sea en Heidegger). En su escrito sobre las nuevas heridas, reflexiona de una
manera muy lúcida sobre la violencia y el trauma, sobre el goce y el dolor. Hay
aquí unas reflexiones muy ricas que nos permiten conocer tanto los análisis de
Malabou como las críticas que la hace Žižek, que siempre huye de la crítica
fácil.
Ahora bien. Políticamente Žižek es contradictorio. Hay una
cierta oscilación entre el posibilismo y el maximalismo de una manera poco
convincente. Por una parte reclama un poder política global contra el mercado
global. Reivindica incluso a la Europa que se construyó a partir de la Segunda
Guerra Mundial frente al modelo de EEUU o de China. Por otra parte creo que cae
en un maximalismo peligroso. Sobre todo cuando confunde la democracia con la
farsa liberal y cuando propone la violencia contra la “ilusión democrática”.
Tiene la virtud de no criminalizar por sí misma la violencia, palabra tabú
donde las haya. La violencia existe y a veces es necesaria pero acaba cayendo
en una cierta apología de ella. Está bien que veamos que no podemos ser una
alma bella, que a veces hay que “mancharse las manos” pero me parece que va
demasiado lejos en algunas afirmaciones. Ahora bien su gran lucidez se muestra
cuando nos avisa que ahora estamos en la situación contraria del siglo XX,
donde la izquierda sabía lo que había que hacer y esperaba su oportunidad. Hoy
no sabemos lo que tenemos que hacer pero sabemos que hay que hacer algo y hay
que hacerlo pronto porque sabemos que esperar nos llevará a la catástrofe. El
tiempo apremia. Žižek sigue reivindicando el comunismo, pero no como solución
sino como problema. Es el problema de lo común, dice, en todas sus dimensiones.
Es hoy lo común no solo de los bienes materiales sino también, y sobre todo, de
nuestra biogenética común, de lo común cultural y del espacio común de a
humanidad de la que nadie debería quedar excluido. Hay que permanecer fieles a
la idea del comunismo, que es el espíritu igualitario mantenido vivo durante
años en las rebeliones y los sueños de los movimientos radicales. Esto es lo
que representa, dice Žižek, en nuestro imaginario (lo que dice a nivel
simbólico y real siguiendo el triple registro lacaniano me parece confuso). Me
parece que el comunismo ya no representa esta Idea en el imaginario colectivo,
ni siquiera en el de la izquierda. En todo caso recoge un planteamiento de
Alain Badiou que es sugerente : el comunismo como Idea reguladora puede recoger
todo el movimiento y las luchas emancipatorias de todos aquellos que han
cuestionado la jerarquía social. Es el movimiento del que habla Jacques
Rancière, el de “los-sin-parte”. Aquí me parece muy pertinente la crítica al
planteamiento troskista de entender el comunismo como un ideal que algún día se
alcanzará, cuando la clase obrera adquiera la conciencia revolucionaria. Hay
que partir del movimiento real, no del porvenir. Žižek reivindica la propia
tradición occidental, como movimiento crítico y antitradicional que se
desarrolla en tres etapas. La primera es Grecia, la segunda es el cristianismo
y la tercera la democracia moderna. El problema es como transformar estas
rupturas en un orden nuevo que no reproduzca nuevas jerarquías.
En todo caso este es un libro valiente, inteligente y que da
que pensar. Que no es poco.
Título original: ‘Reseña de Viviendo
el final de los tiempos, de Slavoj Žižek - Pensad, malditos, pensad’