Ángel Ferrero | La revista de la OTAN publicó en noviembre un artículo
titulado “Guerra híbrida: ¿una
oportunidad para la colaboración OTAN-UE?”. «A raíz del conflicto
ucraniano», escribe su autor, «la OTAN ha
decidido emprender una tarea ambiciosa: desarrollar un conjunto de herramientas
para disuadir y defenderse contra adversarios que libren una guerra híbrida.»
¿En qué consiste, empero, esta “guerra híbrida” que algunos también denominan
“no-lineal”? Según el artículo del órgano de la Alianza Atlántica, en ésta «el enemigo
trata de influir a los estrategas políticos más destacados y a los principales responsables
de la toma de decisiones combinando el uso de la presión con operaciones subversivas.
El agresor a menudo recurre a actuaciones clandestinas para no asumir la responsabilidad
o las posibles represalias. Sin la existencia de pruebas fehacientes resultará
difícil que la OTAN acuerde realizar una intervención.»
La pregunta que da título al artículo es, por descontado,
retórica. La OTAN ya ha aprovado la creación de una fuerza de intervención
rápida compuesta por varios países miembros de la Unión Europea, cuyo cometido
sería abortar cualquier intento de una hipotética “guerra híbrida” en otro país
de Europa oriental.













