Paula Bach
La
incertidumbre manda pero al menos una certeza se impone: Donald Trump es un
buen actor y no pasa la prueba de análisis unilaterales. Si durante gran parte
de los primeros cien días de gobierno, el temor a un nacionalismo vehemente
borroneó las letras de los teclados de la prensa financiera anglosajona, los
giros de Mr. Trump –incluyendo los reportajes que junto al Secretario del
Tesoro concedieron a un Financial Times
en el lugar de “el otro”- serenaron los ánimos, abrieron una suerte de compás
de espera y dieron lugar a una crítica menos histriónica. El
desplazamiento del ultranacionalista Bannon –antecedido por la salida
escandalosa de Flynn del Consejo de Seguridad Nacional y el manto de dudas
sobre el Secretario de Justicia, Sessions- esbozó una purga de los miembros más
recalcitrantes del equipo y encumbró a un sector de “insiders” del
establishment con cierta cercanía, en algunos casos, al Partido Demócrata.