La suspensión de pagos sería desastrosa para Grecia y el
consiguiente contagio sería perjudicial para Europa. O así reza la sabiduría
convencional. El debate ha girado exclusivamente en torno a la fuerza del
contagio y la respuesta adecuada de los países vulnerables y del país que
escribe los cheques. Quizá el debate sea desacertado porque falla la premisa.
Expulsada de la Eurozona, Grecia podría ser más peligrosa para el sistema que
cuando estuvo dentro, al ofrecer un modelo de recuperación que tiene éxito. Hay
un escenario que se ha pasado por alto en el que la suspensión de pagos no es
un desastre para Grecia. Si éste es el caso, la amenaza real, más existencial
para la Eurozona podría ser muy diferente, donde los griegos serían los últimos
en reírse. Se debe considerar este escenario.
Arvind Subramanian
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Las consecuencias inmediatas de la salida o expulsión de
Grecia de la Eurozona sin duda serían devastadoras. La fuga de capitales se
intensificaría, lo que alimentaría la depreciación y la inflación. Todos los
contratos en vigor tendrían que expresarse en una nueva moneda y renegociarse,
lo que crearía un caos financiero. Aunque políticamente devastadora, la
austeridad fiscal quizá deba intensificarse puesto que Grecia todavía tiene
déficit primario que tendría que corregir si faltaran los fondos de la Unión
Europea y el Fondo Monetario Internacional.



























