Slavoj Žižek | La
semana pasada ardían las ciudades en Bosnia-Herzegovina. Todo comenzó en Tuzla,
una ciudad con mayoría musulmana. A continuación las protestas se extendieron a
la capital, Sarajevo, y a Zenica, pero también a Mostar, donde vive una gran
parte de la población croata, y a Banja Luka, capital de la parte serbia de
Bosnia. Miles de manifestantes iracundos ocuparon e incendiaron edificios
gubernamentales. Aunque la situación se calmó posteriormente, sigue
prevaleciendo una atmósfera de alta tensión.
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Los eventos provocaron teorías
conspirativas (por ejemplo, que el gobierno serbio había organizado las
manifestaciones para derrocar a la dirigencia bosnia), pero se pueden ignorar
sin temor a equivocarse ya que es obvio que, sea lo que sea lo que acecha, la
desesperación de los manifestantes es auténtica. Uno está tentado de
parafrasear la famosa frase de Mao Zedong: ¡hay
caos en Bosnia, la situación es excelente!