Si el tiburón se queda quieto, se hunde y se muere, así que
hasta cuando duerme está en movimiento. ¿Sueña el tiburón cuando nada dormido?
Nadie se anima a opinar. Lo único que se sabe es que el tiburón va haciendo
descansar distintas partes de su cerebro mientras sigue nadando como en trance.
Eso me hizo acordar una historia sobre Descartes, que tenía una tos que
inquietaba tanto a su padre (la madre había muerto de la misma tos) que cuando
lo mandó al prestigioso colegio de los jesuitas en La Flèche exigió para su
hijo el privilegio de quedarse en la cama “en
las mañanas inhóspitas de vahos y escarcha”, lo que permitió al pequeño
René ejercitar el pensamiento en aquellas horas muertas y llegar a las
conclusiones que todos conocemos.
Uno de esos días, Descartes tuvo un sueño tan vívido que no pudo evitar la tentación de ponerse a pensar mientras soñaba, y como no quería perderse el resto del sueño, siguió soñando mientras interpretaba. En el sueño, alguien le mostraba un poema que comenzaba y terminaba con el mismo verso, “Sí y no”, que el joven René reconocía al instante como perteneciente a los Idilios de Ausonio, un libro que amaba tanto que siempre lo tenía sobre su mesa, así que manoteó el libro, en el sueño, y se puso a buscar el poema y descubrió con estupor lo mismo que comprobó al despertar e ir hasta su mesa y abrir su ajado ejemplar de los Idilios de Ausonio: el poema no estaba, pero al terminar de hojear el libro, uno tenía la certeza de haberlo leído, desparramado en tinta invisible a lo largo de sus páginas. Es asombroso que Descartes haya sacado de ahí el razonamiento cartesiano, en lugar de la teoría de la incertidumbre, pero ya lo dijo el gran Lichtenberg: “Toda nuestra historia es únicamente de hombres despiertos. No hay una historia de los hombres que duermen”.