Paula Bach
Las páginas de la prensa en general y la británica en
particular están desde hace un tiempo plagadas de información sobre las
habilidades de los robots, los vehículos “driverless” y la “inteligencia
artificial”. Autos sin conductor diseñados por Google,barcos autónomos ideados por el Pentágono, humanoides que podrían operarcon escasa colaboración de
médicos de carne y hueso, robots pensados por Airbus para trabajar junto a humanos en la línea de montaje
o la plataforma de inteligencia artificial Amelia que, según dicen, maneja treinta idiomas y
puede aprender a interactuar con humanos.
Pero la información -que se ocupa de destacar
particularmente imágenes humanoides- no viene sola ni es gratis. Su correlato
lo constituyen insistentes preguntas aviesas del tipo: “Robots: ¿amigos o
enemigos del hombre?”, “¿más o menos eficaces que los humanos?” “¿los robots
son buenos o malos para la humanidad? o, más directamente, afirmaciones tales
como: “millones de trabajadores perderán sus empleos”.