Tan cierto es que cada proceso electoral es diferente
-dependiendo de la coyuntura, la historia, la cultura democrática y la
relevancia geopolítica de cada país- como que de todos ellos se pueden extraer
enseñanzas interesantes que, en su justa medida, deberían servir como
aprendizajes políticos globales, sobre todo, en un mundo como el actual,
marcado por la interdependencia.
En este sentido, la izquierda no debe dejar de analizar los
comicios celebrados en México el pasado domingo, caracterizados fundamentalmente
por tres cuestiones: la victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI)
y su regreso a la presidencia de la mano de Peña Nieto; la nueva derrota de
López Obrador y del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en su afán de
constituirse en alternativa a la derecha; la pujanza durante toda la campaña
-incluso durante parte importante del último sexenio- de la sociedad civil
organizada como verdadero motor de oposición y de construcción de propuestas.