“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/2/17

John Reed en la Revolución rusa. Un joven periodista estadounidense hizo historia

Carlos García Santa Cecilia

Se cumple el centenario del estallido de una revolución que conmovió al mundo. En su corazón estaba, anotando cuanto sucedía, un joven e idealista reportero estadounidense, John Reed, que nos legó uno de los grandes libros de la historia del periodismo: Diez días que conmovieron al mundo. Según la recreación de Ángel Fernández-Santos (El País, 2 de enero, 1982), eran las dos y media de la tarde del 7 de noviembre [25 de octubre en el calendario juliano entonces vigente en Rusia]…
“En el Instituto Smolny, de San Petersburgo, cuartel general de los revolucionarios bolcheviques, en medio de una indescriptible barahúnda de idas y venidas de soldados, guardias rojos, obreros famélicos y ateridos, un hombre joven, un corpulento norteamericano que sobresale un palmo por encima de las cabezas de la multitud de rusos que atesta el edificio, se abre paso a codazos hasta el salón de sesiones del Soviet de Petrogrado, reunido allí en sesión permanente. Inclina su cuerpo sobre los hombros de un soldado y logra así trasladar la línea de sus ojos al otro lado de una columna que le impide la visión de un hombre que, encaramado en un taburete, anuncia con voz metálica una nueva época para Rusia y la humanidad. El orador ruso y el joven norteamericano cruzan un instante sus miradas”.

Lucha de clases en la pantalla chica

Olvidada por 45 años, Ocho horas no hacen un día quizá sea la primera, sino la única, telenovela de inspiración marxista de la TV occidental, en la que Fassbinder aprovechó las posibilidades del medio para hablar de la clase trabajadora.

Luciano Monteagudo 

A comienzos de 1972, Rainer Werner Fassbinder tenía apenas 26 años y en sólo tres había filmado quince largometrajes, que finalmente empezaban a ser reconocidos por la crítica y los principales festivales internacionales, a pesar del rechazo inicial que había provocado –aquí mismo en la Berlinale– su opera prima El amor es más frío que la muerte (1969). Pero Fassbinder era plenamente consciente de que su cine -formalmente tan austero como sus presupuestos– era apreciado sólo por una élite: la misma burguesía a la que él no dejaba de cuestionar. Por eso, cuando la cadena de televisión Westdeutscher Rundfunk (WDR) le ofreció escribir y dirigir una miniserie para su catálogo de producciones familiares, tan populares en la TV alemana de la época, Fassbinder no dudó en aceptar la propuesta. El resultado fue Acht Stunden sind kein Tag (Ocho horas no hacen un día), una experiencia crucial y a todas luces insólita que en estos días, en una flamante versión restaurada, se ha convertido en el gran acontecimiento cinéfilo del Festival de Berlín.

2/2/17

El tormentoso debut de Donald Trump

Claudio Katz

Trump confirmó en sus primeros días que es un mandatario reaccionario con múltiples planes de atropellos. Mientras crece la resistencia callejera, la viabilidad de su agresión es una incógnita. Pero en cualquier caso, una acertada caracterización de su proyecto vale más que incontables vaticinios.

Una agenda virulenta

Las órdenes ejecutivas que firmó el magnate ilustran sus propósitos trogloditas. Ratificó la construcción del muro a cargo de México, puso en marcha la expulsión de indocumentados, anuló el visado para varios países árabes, anunció la quita de subsidios federales a las ciudades que protejan inmigrantes, inició la liquidación del seguro de salud (Obamacare) y congeló la contratación de empleados estatales.

Su gabinete de generales y multimillonarios incluye expertos en destruir la educación pública (Betsy DeVos), vaciar el sistema sanitario (Tom Price), liquidar el ambientalismo (Scott Prui) y congelar el salario mínimo (Andy Puzder). Su vicepresidente (Mike Spence) lidera las campañas de penalización del aborto y sus principales funcionarios son declarados anti-islamistas (Michael Flynn) o pregoneros del suprematismo blanco (Bannon).