España conoce hoy día una crisis bancaria sin precedente,
consecuencia directa e indirecta de su pertenencia al euro. El euro aceleró el
fenómeno de desindustrialización de la economía española, que se replegó hacia
el sector de servicios e inmobiliario. Los bancos lo financiaron, prestándoles
ya a los agentes inmobiliarios y empresarios, ya a los hogares. Los
profesionales fueron los primeros tocados por la crisis, incapaces de vender
las viviendas sea a los turistas, sea a la población.
La dinámica de la construcción se invirtió brutalmente. Se
pasó de la construcción de 1 millón de viviendas por año a unas 80 mil hoy en
día, ¡una división por un factor de 12! De ahí viene la explosión del
desempleo. La rápida contracción de la construcción arrastró en su caída al
conjunto de la economía. Y tuvo importantes consecuencias en la solvencia
general del país. Los hogares, golpeados por un desempleo creciente que alcanza
a un 24,4% de la población activa, no pudieron hacerle frente a los intereses
de sus deudas y los impagos se acumularon. La morosidad alcanza una tasa igual
a un 8,3% de los activos de los bancos.
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Un modo muy simple de estimar el monto de las necesidades
bancarias consiste en considerar el stock de 3 millones viviendas vacías, o sea
2,5 millones por encima de lo considerado “normal” por los agentes
inmobiliarios. Si se estima el precio medio de una vivienda en 100 mil euros,
un stock de 2,5 millones representa un total de 250 millones de euros de
créditos “muertos”. Siendo optimista, se puede pensar que de aquí a 2 o 3 años,
y admitiendo una baja de precios de la mitad, estas viviendas puedan encontrar
comprador. Esto significaría que hay por lo menos 125 mil millones de euros de
pérdidas, sólo para el sector inmobiliario. A las que hay que agregar las que
provienen de la crisis económica engendrada por los diferentes planes de
austeridad.