Esteban
Mercatante | En el principio, fue la crisis. Allí inicia Diecisiete contradicciones y el fin del
capitalismo1, de David Harvey. Su premisa es que el capitalismo no
sobrevivirá tal como era –si es que lo hace– después de las ondas expansivas
que sigue produciendo la quiebra de Lehman Brothers en 2008. En el curso de las
crisis, “las inestabilidades del capitalismo son confrontadas, rediseñadas y
reconfiguradas para crear una nueva versión de lo que hace al capitalismo”. Las
crisis también alteran de forma profunda las ideas, instituciones y relaciones
entre clases. Lo peculiar de la crisis que atravesamos es que, ya
transcurriendo el sexto año de iniciada, “debería haber ya diagnósticos en
disputa sobre lo que está mal, y una proliferación de propuestas para enmendarlo.
Es extraordinaria la escasez de nuevos abordajes o
políticas”. Las respuestas hasta el momento se mueven entre el intento de
continuar y profundizar las políticas neoliberales de los últimos treinta años,
o algún keynesianismo diluido, con poca atención –señala Harvey– en el énfasis
de el economista británico en las políticas distributivas (aunque desde la
salida del libro de Harvey el economista Thomas Piketty ha creado un best
seller referido a la desigualdad del ingreso y la riqueza 2).










