|
Edward Said ✆ Robert Shetterly |
Isabel-Clara Lorda Vidal | Recientemente, con motivo de los atentados
terroristas en París cometidos por yihadistas radicales a las órdenes
del autodenominado Estado Islámico, el escritor Luis Goytisolo publicó
un artículo de opinión en el diario
El País bajo el título
El otro corazón de las tinieblas.
[1]
En él reflexiona sobre el difícil panorama de los refugiados que
anhelan entrar en Europa, en especial después de la matanza parisina que
ha acrecentado el temor, en cierta parte de la opinión pública, de que
se cuelen terroristas entre la avalancha de buscadores de asilo. La
mayoría de los refugiados proceden de Siria y Libia, países destruidos
por guerras civiles en las que Occidente ha desempeñado un papel no
siempre claro. Las migraciones masivas son obviamente consecuencia de la
miseria y de regímenes despóticos, pero Goytisolo quiere ir un poco más
allá en el análisis y se pregunta por
la causa de las causas
de este fenómeno que él ve “en una conjunción de intereses y maniobras
de diverso origen”. El escritor advierte del peligro que supone que los
diferentes países implicados se muevan por impulsos de irracionalidad
sin que exista un plan claro y definido de cómo hacer frente a la
situación. Su conclusión es que si el corazón del problema es un
laberinto, la solución debe ser clara: Occidente tiene la obligación de
actuar para acabar sobre el terreno con las causas del éxodo masivo y
ayudar a reconstruir lo destruido. La propuesta de Goytisolo coincide
con el clamor de una gran parte de la opinión pública actual respecto a
la crisis de los refugiados: Europa debería hacer lo posible para que
los países destruidos por la miseria, las guerras y el terrorismo puedan
reconstruirse. El reto, naturalmente, es todo menos sencillo. Requiere
tiempo, grandes inversiones económicas, proyectos y objetivos claros, y
además resulta difícil por las siempre delicadas relaciones de poder
entre Occidente y Oriente.