Especial para La Página |
Las
sociedades de América Latina están siendo sacudidas por una mutación de alcance
planetario que pone en tensión sus más preciadas tradiciones y, en el límite,
su cultura toda. Se advierte en todas las grandes urbes de nuestro continente
una arremetida tecno-económica, cultural y política que va desplazando y
desestabilizando las grandes instituciones sobre las que se forjó buena parte
de nuestra historia.
Si,
como nos propusiera Ángel Rama, América Latina nació bajo el sello
gramatológico, la escritura y el pensamiento barroco; en la actualidad, habría
que admitir que lo que ha entrado en una crisis profunda es, precisamente,
aquella Ciudad Letrada -con toda su pátina ilustrada y civilizatoria- que
inspiró a nuestros próceres de la Independencia de América.
La
cuestión planteada es radical, pues aquella Ciudad Letrada es, ni más ni menos,
la impronta de lo que hemos sido. Ella es la matriz de lo que han sido instituciones
tan sensibles como nuestra educación alfabética, nuestros cuerpos legales y el
modo en que hemos concebido lo político. Ella es el crisol que guarda las
páginas infinitas de periódicos que relatan nuestras vidas; ella, en fin, es la
que ha atesorado todo lo fino y espiritual cristalizado en los versos de
nuestros poetas. En pocas palabras: La desestabilización de la Ciudad Letrada
en América Latina es susceptible de ser entendida como la más abisal crisis de
nuestra memoria.