Especial para La Página |
Resulta
interesante constatar cómo un tema político, desdeñado hasta hace muy poco como
algo irrealizable, ha adquirido carta de ciudadanía en amplios sectores
sociales: La Asamblea Constituyente. Cuando un tema de este calibre se instala
en la agenda política del país, todos los actores relevantes se sienten
obligados a pronunciarse en un sentido u otro, convirtiéndose en una de las
cuestiones insoslayables que deberá ser abordada por los próximos candidatos
presidenciales de todos los signos.
En
esta segunda década del siglo XXI, es claro que aquel orden constitucional
concebido para la eternidad ha comenzado a dar muestras de fatiga. El
diagnóstico es compartido por distintos sectores de izquierda, centro e,
incluso, de derechas: La política en Chile está funcionando mal y ha generado
una aversión de gran parte de la población hacia la política y hacia los
políticos. El tinglado institucional de nuestro país ha puesto en evidencia su
incapacidad para hacer frente a los complejos problemas que comienzan a
manifestarse por doquier.