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Especial para La Página |
Llevo militando en
medios subversivos más tiempo del razonable. Pedí mi inscripción en el
Partido Comunista el mismo día que lo ilegalizó Acción Democrática. Mi miopía y
la habilidad para dibujar afiches me salvaron de ser enviado a la guerrilla. Me
reclutaron para una célula de propaganda
de la cual sólo confesaré que si caía, se acababan las artes plásticas venezolanas. En la
primera reunión, ya se planteaba sacar con riesgo de la vida una hojita
clandestina para repetir un discurso de Rómulo Betancourt. Mozo ingenuo, argumenté: “Señores, la publicidad de la ColaCola no dice: ‘No beba Sevenseven’,
dice: ¡Beba ColaCola!” Varias horas defendí que la propaganda
revolucionaria debe versar sobre la Revolución, y no sobre la reacción. Al
cabo, el Comité Regional Clandestino dictaminó: “Bueno ¿cuándo sacamos la hojita para repetir el