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Amapola ✆ Petra Rau
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José Cueli
Lo imperdonable del proceso electoral mexicano es la pérdida
de la esperanza. La pérdida de la esperanza de una juventud que parece no creer
en nada. Es así que a los mexicanos, como el Quijote, la esperanza (recordarnos
aquí el verso de Tomás Segovia sobre la espera, Ceremonial del moroso) consiste
en la sustancia de las cosas que esperan. Espera que consiste en aceptar lo que
se tiene. Revestir la vida de espíritu, de ese espíritu espoleado por el anhelo
de su categórica intuición creadora: El ser existe y es fluir del tiempo. Y es
más, sólo el ser existe.
Ante la complejidad, confusión y la pelea en torno a las
elecciones presidenciales, recurro a Jacques Derrida en su teoría sobre el
perdón en que opta por abordar el concepto mismo de perdón en sentido colectivo.
En el que “la lógica y el sentido común
concuerdan por una vez en la siguiente paradoja: ¿Es preciso, a partir del
hecho de existir lo imperdonable de que no es acaso lo imperdonable lo único a
perdonar? ‘¿Lo único que invoca el perdón?’ Si sólo se estuviera dispuesto a
perdonar lo que parece perdonable, lo que la Iglesia llama el ‘pecado venial’
entonces la idea misma de perdón se desvanecería. Si hay algo a perdonar sería
lo que en lenguaje religioso se llama el pecado mortal, lo peor, el crimen o el
daño irreparable, imperdonable”.
El concepto jurídico de imprescriptible no equivale en lo
absoluto al concepto no jurídico de lo imperdonable. ¿Qué significa el concepto
de perdón? ¿De dónde viene? ¿Se impone a todos y a todas las culturas? ¿Puede ser
trasladado al orden de lo jurídico? ¿De lo político? ¿Y en qué condiciones?
¿Pero, en ese caso, quién lo concede? ¿A quién? ¿Y en nombre de qué, de quién?
Derrida es entrevistado en torno del tema por Michael Wieviorka y esa
entrevista se encuentra en el libro El siglo y el perdón (Ediciones de la Flor,
Argentina, 2003). Allí Derrida dice que “en principio”, no hay un límite para
el perdón, no hay medida, no hay moderación, no hay ¿hasta dónde? En palabras
del filósofo, el hecho de medir el perdón se ha complicado aún más, “porque se mantiene el equívoco
principalmente en los debates políticos que reactivan y desplazan hoy esta
noción, en todo el mundo”.