“La conciencia es la que otorga al ejercicio de todo acto de
vida su color de sangre, su matiz cruel, pues se sobre entiende que la vida es
siempre la muerte de alguien.”: Antonin Artaud.
Pareciera ser que existen ciertos protocolos
de lectura que van instituyendo y colonizando una obra, un pensamiento. Sobre
aquellos, luego se producen dislocaciones y desdoblamientos que objetan o
impugnan sus condiciones, sus gramáticas, y emergen así otros litigios
interpretativos, que producen nuevas aperturas, pero también nuevas
re-inscripciones. Se abre así un juego interminable de disputas, claves e
inflexiones que recaen, una y otra vez, sobre un cuerpo de enunciados posibles.
La interpretación se despliega como un incesante juego de fuerzas, un batallar,
un forcejeo irreductible e inconmensurable.