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J.L Borges ✆ Hugo Enio Braz |
Edvard Zeind | Manderechas
a la lingüística, a Bertrand Russell y a Ludwig Wittgenstein, que con sus
observaciones filosóficas y sendos análisis del lenguaje clarificaron los
problemas del estructuralismo, de los andamios culturales que escamotearon y
confundieron al mundo; albricias al estructuralismo del historiante Michel
Foucault y del gramático Jacques Derrida, pues merced a sus escrutamientos y
apuntamientos metafísicos y semióticos hicieron posible la observación de los
epistémicos fenómenos del pasado, sacados a la estampa, que no a luz, por
gentes como el crítico Kant o como el dialéctico Marx; parabienes al
positivismo de Augusto Comte, que en su libro llamado ‘Filosofía Positiva’
adunó ciencias naturales y sociales, o por mejor decir, métodos de estudio
donde la percepción y el entendimiento, acendrados de teología, pudieron
trabajar conjuntamente; albricias al idealista empirismo inglés, a su economía
política, a Stuart Mill, a Locke y a Berkeley y a Hume, meditadores profundos
que a fuer de nominalismo, cartesianismo y espiritualismo sacaron de la
almáciga humana todo resabio de medievalismo, es decir, de lógica escolástica,
aderezada ésta por el genio de Santo