En la antesala de las elecciones en Grecia, Alexis Tsipras,
dirigente de Syriza, partido en cuyo seno se congregan múltiples grupos de
izquierda, sostuvo sin ambages: “Lo más
normal sería que la gente intentara convertir su rabia en una propuesta
política alternativa. Y creo que si no fuera por el miedo, el terror mediático,
que es el arma más fuerte de nuestros políticos enemigos, estas elecciones serían
para nosotros un paseo”.
Y es tan sólo natural remitirse al caso mexicano al leer
estas líneas. No sólo por la manipulación y el hiper-control que se ejerce vía el terror mediático en ambos países
(que es un fenómeno que bien amerita un estudio aparte, obligadamente
exhaustivo, dada la magnitud y el alcance sociopolítico del mismo). Sino
también, y acaso especialmente, por la curiosa correlación que guardan los dos
países en el contexto del moderno sistema-mundo. Porque también México, cuyo
principal referente debiera ser la crisis política de la nación helénica, está
pagando ociosamente las tropelías económicas de la metrópoli regional –Estados
Unidos. En la comunidad europea, Grecia es el principal damnificado en la
crisis económica que sacude a la región. Francia y Alemania, los auténticos
beneficiarios de la eurozona, se han respaldado en el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y el Banco Mundial para salvar a sus
respectivas bancas nacionales, transfiriendo la responsabilidad
político-económica de este colosal atraco plutocrático al más débil de los
países en la Unión Europea –Grecia.