Ningún evento hizo más por la fama y el prestigio del Museo
de Historia Natural que las expediciones al Desierto de Gobi en los años `20.
Los descubrimientos, incluyendo el primer huevo de dinosaurio, fueron
excitantes y abundantes y se adecuaban perfectamente a las aventuras heroicas
del más puro estilo hollywoodense. Es
todavía difícil encontrar una mejor historia de aventuras que el libro de Roy
Chapman (con su título chauvinista): ‘The New Conquest of Central Asia’.
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Sin
embargo, la expedición fracasó por completo en cumplir el propósito original:
encontrar en Asia Central los ancestros del Hombre. Y fracasaron por la más
elemental de las razones -nosotros evolucionamos en África, como Darwin lo
supuso cincuenta años antes. Nuestros ancestros africanos (o por lo menos nuestros primos más cercanos) fueron descubiertos en depósitos cavernarios durante los años `20. Pero estos australopitecos fracasaron en dar el tipo de lo que las nociones preconcebidas suponían que el “eslabón perdido” debía ser, y muchos científicos se negaron a aceptarlos como miembros de buena fe de nuestro linaje.