Todo se ha escrito sobre Chávez. Todo se ha dicho. Poco se puede añadir sobre este personaje de época que rechazó al neoliberalismo mucho antes que el mundo tuviera conciencia de sus efectos adversos para las mayorías. Es una persona que se jugó su vida por el pueblo allá por el 4 de Febrero de 1992, entendiendo que la rebelión popular del Caracazo no podía quedarse en el olvido. A Chávez no le importaron los dos años de cárcel por defender sus ideales. Chávez ganó las elecciones en Venezuela cuando aún la región estaba bajo el decálogo de Washington. Se atrevió a juramentar desafiando a los poderes constituidos, el 2 de Febrero de 1999, manifestando: "Juro ante Dios, ante la Patria, y ante mi Pueblo, sobre esta moribunda Constitución, que haré cumplir e impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República tenga una Carta Magna adecuada a los tiempos".
"Chávez nuestro que estás en los pueblos". El pueblo, en la calle, reza por Chávez. La espiritualidad se mete en el corazón de los pobres. Tienen mucha necesidad. También se mete en su corazón la gente que se la juega por ellos. Y eso era Chávez: un hombre que se la jugó por su pueblo. Por su pueblo y por los pueblos de la América. Es con Chávez que los pueblos de América se han vuelto a reconocer. La oposición le criticaba la "regaladora" de dinero a los países hermanos. "Diplomacia del petróleo", la denostaban. Chávez sabía que no se salvaba un pueblo solo. Se tenía que salvar todo el continente. ¿No es eso lo que Europa le pide a Merkel? Pero Merkel no es Chávez. Hace falta gente honesta que reconozca que Chávez hizo lo que aquí estamos reclamando. Suramérica, hoy, llora pero crece. Europa sigue arrogante y se hunde.