Especial para La Página |
“Desde los años 90,
mientras los colores del arco iris se desteñían y ya era un secreto a voces que
la alegría no llegaría, mientras se profundizaba la injusticia y la
privatización de nuestros derechos iniciada en la dictadura, fuimos acumulando
un creciente malestar. No conocimos a Pinochet ni el miedo a perder la vida.
Pero si conocimos en cambio, la angustia de nuestros padres por no pasar tiempo
con nosotros, sus malabares para pagar las cuentas, la sofocación del Transantiago
y el abandono de nuestros barrios” (Nuestra
Apuesta, Lista A, FECH 2012, p.3).