“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

7/8/17

Las mismas disyuntivas que en 1917

Claudio Katz

La revolución rusa fue el principal acontecimiento del siglo XX. Generó enormes transformaciones sociales y suscitó una inédita expectativa de emancipación entre millones de oprimidos. Ese impacto se verificó en el pánico que invadió a las clases dominantes. Algunos temieron la pérdida de sus privilegios, otros creyeron que se extinguía su control de la sociedad y muchos se prepararon para el ocaso final de la supremacía burguesa.

Ese miedo explica las enormes concesiones de posguerra. El estado de bienestar, la gratuidad de ciertos servicios básicos, el objetivo del pleno empleo y el aumento del consumo popular eran mejoras impensables antes del bolchevismo. Los capitalistas aceptaron esas conquistas por temor al comunismo.

De ese pavor surgió el concepto de justicia social, como un conjunto de derechos de los desamparados y el registro de la desigualdad como una adversidad. La revolución impuso la mayor incorporación de derechos colectivos de la historia.

Los capitalistas copiaron normas establecidas por el régimen soviético para disuadir la imitación de ese modelo. Aceptaron la universalización de las pensiones y la seguridad laboral.

El propio esquema keynesiano de consumo masivo irrumpió por temor al socialismo. La dinámica espontánea de la acumulación privilegiaba las ganancias y no contemplaba mejoras estables de los ingresos populares.

La revolución rusa, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el repudio de la deuda

Eric Toussaint
Los tratados con las repúblicas bálticas, Polonia, Persia, Turquía…
El tratado de Versalles finalmente fue firmado el 28 de junio de 1919 sin que la Rusia soviética formara parte. No obstante, el Tratado de Versalles anulaba el Tratado de Brest-Litovsk. En virtud del artículo 116 del Tratado de Versalles, Rusia podía demandar reparaciones de guerra a Alemania. Lo que no hizo, puesto que quería ser coherente con su posición a favor de una paz sin anexiones y sin demandas de indemnizaciones. En cierta forma, lo que le importaba es que el Tratado de Brest-Litovsk fuera abolido y que los territorios anexados por Alemania en marzo de 1918 fueran devueltos a los pueblos que habían sido expoliados (pueblos bálticos, polaco, ucraniano, ruso…), de acuerdo con el principio de autodeterminación defendido por el nuevo Gobierno soviético.

Ese derecho estaba invocado en los primeros artículos de cada uno de los tratados de paz firmados entre la Rusia soviética y los nuevos Estados bálticos en 1920: Estonia el 2 de febrero, Lituania el 12 de julio y Letonia el 11 de agosto. Esos tratados de paz son similares y la independencia de esos Estados —integrados por la fuerza en el Imperio zarista— era sistemáticamente afirmada en el primero o en el segundo artículo. Por medio de esos tratados, Rusia reafirmaba su oposición a la dominación del capital financiero y su decisión de repudiar la deuda zarista. Efectivamente, el tratado firmado el 2 de febrero con Estonia enunciaba: «Estonia no tendrá ninguna parte de responsabilidad en las deudas y en cualquier otra obligación de Rusia (…). Todas las reclamaciones de los acreedores de Rusia con respecto a deudas que conciernan a Estonia deben ser dirigidas únicamente contra Rusia.» Hubo disposiciones similares con respecto de Lituania y de Letonia en los tratados firmados con esos Estados. Además de reafirmar que los pueblos no deberían tener que pagar las deudas ilegítimas contraídas en su nombre pero no en su interés, la Rusia soviética reconocía también el papel de opresor que había tenido la Rusia zarista en relación a las naciones minoritarias que formaban el Imperio.

1/8/17

La crisis de Catar y la economía política del Golfo Pérsico

Adam Hanieh 
 
La decisión tomada el 5 de junio por Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto de suspender las relaciones diplomáticas con Catar ha enviado ondas de choque a través de todo Oriente Medio. El bloqueo provocado ha interrumpido una gran parte del comercio marítimo y terrestre con Catar, lo cual hace temer que este pequeño estado pueda afrontar penurias alimentarias próximamente. Las principales líneas aéreas, entre las cuales se encuentran Emirates, Gulf Air, flydubai y Etihad Airways, han anulado vuelos. Los ciudadanos cataríes que viven en los países que participan en el bloqueo no han tenido más que dos semanas para volver a sus casas. Incluso los inmigrantes con permiso de residencia catarí han sido alcanzados por la ola de expulsiones. Los EAU han prohibido toda expresión de simpatía hacia Catar (también en Twitter), y los transgresores han sido amenazados con penas de prisión de hasta 15 años. Los gobiernos que se encuentran estrechamente ligados a Arabia Saudí y a los EAU han expresado rápidamente su apoyo al bloqueo, entre los cuales se hallan la Cámara libia de Representantes de Tobruk, el gobierno yemení de Abd al-Rahman Rabbuh al-Mansur al-Hadi, apoyado por los saudíes, así como las Comoras, Mauritania y las Maldivas.

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La ofensiva contra Catar llega tras varios meses durante los cuales los medios de comunicación estadounidenses y del Golfo publicaron artículos con citas de altos cargos de Estado que afirmaban que Catar estaría financiando a grupos islamistas y acercándose a Irán. Yousef al-Otaiba, embajador de los EAU en los EEUU, ha jugado un rol importante en esta campaña. Desde el inicio de las revoluciones árabes de 2011, al-Otaiba ha recorrido los pasillos del poder en Washington, alertando de que dichas revueltas populares amenazaban el orden establecido en la región y declarando que Catar apoyaba movimientos e individuos hostiles tanto a Arabia Saudí como a los EAU.

16/7/17

¿Fin del trabajo o fetichismo de la robótica?

Nuevas tecnologías y el destino del trabajo humano. Retorno de viejas teorías y dados que están cargados. A propósito de la naturaleza de las máquinas y la naturaleza del capital. 

Paula Bach

La tesis del fin del trabajo está de regreso y con amplia repercusión mediática. Sus representantes: un sector del mainstream conocido como “tecno-optimista”. La hipótesis: que las nuevas tecnologías tales como la inteligencia artificial, el big data, Internet de las cosas, las impresoras 3D, la nanotecnología, la biotecnología o la robótica –que, dicho sea de paso, posee una gran carga simbólica–, amenazan la existencia misma del trabajo asalariado. La cuestión exige dos distinciones fundamentales. La primera es que si bien en el curso del proceso de inversión el capital se sirve de las cualidades de la tecnología para forjar una masa creciente de desocupados estructurales, una cosa muy distinta es sostener que efectivamente pueda existir o subsistir en el mediano o largo plazo desvinculándose progresivamente del trabajo asalariado.

La segunda exige diferenciar entre las cualidades físicas, materiales, útiles de los productos tecnológicos y las características propias del proceso de valorización del capital. ¿Son las cualidades físicas –el valor de uso– de aquellos adelantos lo que dará la pauta del destino del trabajo asalariado? Sostendremos que el nudo del asunto remite una vez más al movimiento contradictorio entre valor de uso y valor de cambio. Dualidad que no por azar permitió a Marx descubrir la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo y con ella, la especificidad del modo capitalista de producción.
Por supuesto ningún razonamiento teórico puramente abstracto puede quitarles a los “tecno-optimistas” el derecho a la verdad. Sin embargo, la abundante contribución empírica de la historia reciente parece revelar que en la nueva tesis del fin del trabajo –una vez más– los dados están cargados.

10/7/17

Crónica de la llegada de Lenin a Rusia

Lenin en Petrogrado ✆ F. Liubimova
Gregory Zinoviev

El autor de estas líneas escuchó la noticia del estallido de la revolución de febrero en Berna. En ese momento, Vladimir Ilich vivía en Zurich. Recuerdo que me fui a casa desde la biblioteca sin sospechar nada. De repente me di cuenta de un gran malestar en la calle. Una edición especial de un periódico se vendía a toda prisa con el titular: ‘Revolución en Rusia’. La cabeza me daba vueltas en el sol de primavera. Corrí a casa con el periódico, impreso en tinta que todavía no estaba seca. Tan pronto como llegué a casa me encontré con un telegrama de Vladimir Ilich, que me pidió que fuera a Zurich “inmediatamente”.

¿Esperaba Vladimir Ilich una solución tan rápida? Los que hojeen nuestros escritos de ese período (impresos en Contra la corriente) verán la pasión con la que Vladimir Ilich llamaba a la Revolución Rusa y la forma en que la esperaba. Pero nadie había contado con una solución tan rápida. La noticia fue inesperada.

¡El zarismo había caído! El hielo se había roto. La masacre imperialista había recibido el primer golpe. Se había despejado uno de los obstáculos más importantes en el camino de la revolución socialista. Los sueños de generaciones enteras de revolucionarios rusos, finalmente, se habían convertido en realidad.

6/7/17

Octubre rojo: Un siglo después del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia

Higinio Polo

Un siglo después de su triunfo, la revolución bolchevique sigue suscitando furiosos ataques de la derecha política y de sus terminales ideológicos en la prensa y en las televisiones, en la investigación universitaria dirigida y subvencionada, y en los centros de elaboración ideológica liberal, que, sin embargo, apenas se interrogan sobre el infierno capitalista del que surgió la revolución: el barro y la muerte en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y la oprobiosa autocracia zarista que ahogaba al pueblo ruso y lo condenaba a la miseria y la explotación. Para los beneficiarios del capitalismo realmente existente y para los vendedores de mentiras, el socialismo soviético se resume en error y represión, en furia y crueldad, mientras que el horror causado por el capitalismo, en las dos guerras mundiales y en la esclavitud colonial, en las guerras imperiales y matanzas lanzadas desde entonces en cuatro continentes, en Vietnam y en Corea, en Indonesia y en Afganistán, en Yugoslavia y en Ucrania, en Brasil y en Argentina, en Angola y en Libia, en Siria y en Iraq, por citar sólo algunos ejemplos de la infamia, ese horror, se diluye en lejanas causas y décadas perdidas de las que, como por ensalmo, el capitalismo no es responsable.

26/6/17

La guerra económica contra Venezuela

Germán Sánchez Otero

Desde mediados de 2012 Venezuela comenzó a ser víctima de una guerra económica integral y creciente, cuyo fin es derrocar al gobierno bolivariano, lograr el control de ese estratégico país y destruir el modelo alternativo al capitalismo que implementa la Revolución Bolivariana. Se trata de una guerra  no convencional, que ha logrado en los últimos cuatro años dislocar la economía y generar poderosos impactos humanos. Estos afectan a casi todas las familias en niveles muy severos, sin precedentes en Venezuela y pocas veces acaecidos en el mundo.

Guerra sin balas, es también inhumana y perversa.  Desaparece medicamentos e insumos médicos; saca de los anaqueles alimentos básicosy productos de higiene esenciales, desviándolos al mercado ilegal; genera inmensas y continuas colas; provoca hiperinflación y degrada a extremos irritantes la capacidad adquisitiva del bolívar y por ende de los salarios y otros ingresos del pueblo humilde.
Antecedente: Golpe petrolero de 2002
Durante el paro empresarial y el sabotaje petrolero de fines de 2002 y principios de 2003, el gobierno de  Estados Unidos intentó derrocar a Chávez por la fuerza, luego de  fracasar del mismo modo ocho meses antes. Orquestó el nuevo plan golpista  basándose enuna parálisis de la economía, respaldada por las transnacionales,los grandes empresarios venezolanos,  y buena parte de la gerencia de la empresa petrolera estatal.  Y otra vez participaron a tiempo completocasi todos los medios de comunicación privados,los partidos y entes civiles contrarrevolucionarios, y los militaresgolpistas –ahora fuera de la institución–derrotados en abril de 2002.

24/6/17

Europa se aleja no solo de Trump sino de EEUU

Juan Chingo  
La semana pasada, el Senado de Estados Unidos aprobó por abrumadora mayoría una ampliación de las sanciones contra Rusia, un país que los senadores consideran que contribuye a la desestabilización de Siria y Ucrania y que interfiere en procesos electorales de terceros países. Adoptando una línea dura, principalmente para hacer pagar a Moscú su supuesta interferencia a través de ataques cibernéticos en la campaña presidencial de 2016, esta extensión de las sanciones - que serán codificados en la ley y por ende más difíciles de levantar – busca limitar la capacidad de Trump para relajar, suspender o anular las sanciones existentes en busca de una relación más estrecha con Rusia. Las mismas podrían ser ampliamente aprobadas también por la Cámara de Representantes.
El gasoducto Nord Stream 2 en el centro de la disputa
A las capitales europeas les preocupa el impacto que la iniciativa pueda tener sobre las empresas que participan del gasoducto Nord Stream 2 que busca transportar gas ruso a través de las aguas del Mar Báltico hacia Alemania y otros países europeos. De esta manera, este proyecto llamado el gasoducto Molotov-Ribbentrop 2 [1] por Polonia, desvía el gas siberiano de los oleoductos existentes en tierra: el enlace de Yamal a través de Bielorrusia y Polonia; y el llamado enlace de la Hermandad a través de Ucrania al sureste de Europa. Geopolíticamente, el Nord Stream 2 crea un arreglo especial con Alemania al tiempo que socava los intereses de seguridad y económicos de Europa oriental y central, y deja a Ucrania a merced del chantaje del Kremlin. El mismo va a ser construido por Gazprom asociado con otras cinco grandes firmas que financian la mitad del proyecto de 9,5 mil millones de euros: la francesa Engie, la anglo-holandesa Shell, OMV de Austria y las alemanas Uniper y Wintershall (BASF).

20/6/17

Terremoto político en Brasil

Hugo Fazio

El Supremo Tribunal Federal acordó iniciar una investigación sobre la participación de Temer en estructuras que señaló la Fiscalía buscan frenar el avance de las sanciones del escándalo Petrobras ocupando ya el cargo de primer mandatario. La constitución brasileña no permite hacerlo por ilícitos cometidos antes de ocupar esta función. Las consecuencias de los profundos fenómenos de corrupción puesto al desnudo en la mayor economía de la región golpean a una economía que experimentó en los dos años pasados una profunda recesión, que incidió negativamente en la actividad económica regional.

El Supremo Tribunal Federal (STF) brasileño dio a conocer el inicio de una investigación al presidente del país, Michel Temer, que asumiese después de la destitución de Dilma Rousseff, por obstrucción a la justicia, corrupción pasiva y organización criminal. El fiscal general de Brasil, Rodrigo Janot –autorizado por el STF para iniciar la investigación- afirmó que Temer conformó una estructura con el candidato presidencial en las últimas elecciones Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), para frenar el avance de la operación Lava-Jato, la cual desde hace tres años investiga los sobornos efectuados en el escándalo de la empresa estatal Petrobras [1].
Se verifica –manifestó Janot- que Aécio Neves en articulación, entre otros, con el Presidente Michel Temer, buscaron impedir que avancen las investigaciones de Lava-Jato, sea a través de medidas legislativas o por medio del control de nombramientos de los comisarios de la policía que conducirían las investigaciones. Con el establecimiento de tareas definidas –añadió-, el núcleo político promueve interacciones diversas con agentes económicos, con el objeto de obtener ventajas ilícitas, por medio de la práctica de crímenes, sobre todo con corrupción” (20/05/17).

18/6/17

Breve historia de la Revolución Rusa


Isaac Deutscher

La revolución de 1917 estalló en plena guerra mundial en la que Rusia, aunque perteneciendo de hecho a la coalición victoriosa, sufrió severas derrotas. En cierto sentido algunos consideran que la revolución se vio propiciada por el fracaso del ejér­cito zarista. Pero la realidad es que la guerra no hizo más que acelerar un proceso que desde hacía varias décadas estaba erosionando el viejo orden establecido; aceleración que ya se había visto más de una vez intensificada por otras derrotas militares. El zar intentó evitar las consecuencias de su fracaso en la guerra de la concediendo la emancipación de los siervos en 1861. La derrota en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 se vio inmediatamente seguida por un annus mirabilis de revoluciones. Tras el desastre militar de 1915-1916 el movimiento empezó de nuevo desde el punto muerto al que había llegado en 1905, con la diferencia que en 1905 la insurrección de diciembre de los obreros de Moscú, había significado la palabra fin de la solución, mientras que en 1917 la revuelta armada Petrogrado fue la primera chispa. La organización más importante creada por la revolución de 1905 1/ fue el llamado "consejo de representantes obreros" o soviet de San Petersburgo 2/. Tras un intervalo de doce años, los primeros días del nuevo alzamiento, aquella organización volvió de nuevo a vitalizarse para convertirse en el foco principal del gran acontecimiento que avecinaba.

Tres despachos sobre Lenin

Maciek Wisniewsky

1. La presencia. Así los tiempos. Lo más que se puede esperar de la política cotidiana es cero referencia a Lenin (desaparecida la amenaza comunista el mainstream pierde interés en vilipendiarlo), o... su abrazamiento desde la derecha. Allí está el supuesto destape de S. Bannon, el principal asesor de Trump: “Soy un leninista. Lenin quería destruir el Estado y éste también es mi objetivo. Quiero derrumbar todo y destruir el stablishment actual” (The Daily Beast, 22/8/16).

Pero este tipo de confesiones es capaz de excitar sólo a los liberales (¡los dos extremos se juntan!). Si bien en la izquierda hay una larga tradición de leer a los conservadores que a veces ven más (Benjamin lee a Schmitt, Zizek a Sloterdijk, etc.), no hay nada así en la derecha (bueno, Sloterdijk sí lee a Lenin y justo sobre su insistencia en demoler los aparatos del anciene régime –véase: Après nous le déluge, 2016, p. 145-163–, pero es Sloterdijk). Dudo que Bannon tenga en su biblioteca El Estado y la Revolución (1917) y mucho menos por ejemplo –permitan que me estire para agarrar algo de la mía– On the dictatorship of the proletariat (1977) de E. Balibar que evocando aquel dictum leniniano insiste: si no se destruye el viejo Estado, la revolución será sobrepasada y la explotación en cualquier forma histórica mantenida (p. 60). En fin: su propósito no es empoderar a la clase trabajadora –aunque sea white–, sino las élites de su agrado (drain the swamp) [vaciar el pantano].

16/6/17

Juan Goytisolo y James Joyce

Feliz quien como Ulises ha hecho un largo viaje
✆ Eduardo Arroyo
Carlos García Santa Cecilia
De entre los muy variados aspectos que comprende el inmenso legado que nos ha dejado Juan Goytisolo –fallecido en Marrakech el pasado 4 de junio– no es menor el de su contribución a la renovación de las letras españolas, especialmente de la novela. Junto con Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos (1962), Señas de identidad, de Goytisolo (1966), supuso un punto de inflexión para romper con la estética realista imperante e introducir en el panorama patrio nuevos aires narrativos que se resistían a llegar. James Joyce, en este sentido, fue fundamental, tanto para Martín-Santos como para Goytisolo, que acusaron y reconocieron su influencia.
En junio de 2004, el Círculo de Bellas Artes de Madrid organizó una exposición –Joyce y España, de la que fui comisario– que no conmemoraba la publicación de una obra ni la fecha de nacimiento o muerte de un autor, sino el centenario de un día de ficción: el Bloomsday (16 de junio de 1904), las 24 horas en las que Leopold Bloom, el protagonista del Ulises de Joyce, recorre las calles de Dublín. No dudamos en pedir a Goytisolo para el catálogo de la muestra sus recuerdos y lecturas de Joyce, que tanto le marcaron. Es un texto poco conocido, que no parece estar en ninguna antología del autor, ni siquiera en la web, y que queremos recordar a modo de homenaje. Se publica, además, coincidiendo con un nuevo Bloomsday, el primero que celebramos sin Juan Goytisolo.