Eric Pineda se asomó a la bodega del Achernar y sólo vio
diez míseras toneladas de jurel después de haber estado faenando durante cuatro
días. Hace un par de décadas, las aguas del Pacífico Sur eran tan ricas en
pescado que se podía llenar ese barco de casi 18 metros de eslora en apenas
unas horas.
Este agente marítimo, como cualquier otro habitante de esta
vieja ciudad portuaria de Talcahuano, situada al sur de Santiago de Chile,
creció conviviendo con ese pescado lleno de espinas y de tonos bronce llamado
jurel chileno, una especie que deambula agrupada en bancos por las aguas del
Pacífico Sur.
La sobreexplotación del océano Pacífico está acabando con la pesca industrial |
“Se está acabando muy rápido”, admite Pineda, “tenemos que
pescar lo máximo posible antes de que se agote”. Cuando se le pregunta qué le
dejará a su hijo, se encoge de hombros y dice: “Tendrá que buscar otra cosa”.
Pero, ¿queda algo por buscar?
El jurel chileno, rico en ácidos grasos, es un verdadero
maná para un planeta hambriento, un producto de primera necesidad en África. En
otros lugares, la gente lo come sin darse cuenta, ya que la mayoría se
transforma en harina de pescado para ser consumido en la acuicultura y en las
granjas de cerdos. Se necesitan alrededor de cinco kilos de jurel para producir
un kilo de salmón de criadero.