“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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1/11/12

Turquía y la cuestión armenia / Reconocer los errores históricos no es un juego de suma cero

Taner Akçam 

Un nuevo orden político está emergiendo en Oriente Medio y Turquía aspira a ser su líder asumiendo una posición contraria a los regímenes autoritarios. A principios de esta semana, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, llegó incluso a denunciar como “intento de genocidio” las continuas matanzas de civiles a cargo del gobierno sirio.

El deseo de Turquía de defender los derechos humanos en la región es un hecho positivo, pero la condena de Siria por parte de Erdogan es muy hipócrita. Mientras Turquía siga negando los crímenes cometidos contra los no-turcos a principios del siglo XX, durante los últimos años del Imperio Otomano, su llamada a la libertad, la justicia y los valores humanitarios sonará falsa.

El intento de Turquía por cultivar una imagen como protectora global de los derechos de los musulmanes se ve comprometida por un legado de limpieza étnica y de genocidio contra los cristianos y de terror contra los árabes y los kurdos. El recuerdo de estos crímenes está muy vivo en todos los antiguos territorios otomanos. Y Turquía no puede servir de modelo de democracia hasta que reconozca la violencia brutal, los traslados de población y el genocidio que subyacen al Estado turco moderno.       >> Read in English

12/10/12

Stendhal / Un escritor francés que logró volverse italiano: Cuando necesitaba decirse algo importante lo hacía en inglés

Henri Beyle / Stendhal
Cada libro encuentra su título

Juan Forn

Había una vez un escritor francés que logró volverse italiano. Así quería Stendhal que lo recordaran, aunque muy en privado confesara que cuando necesitaba decirse algo importante a sí mismo se lo decía en inglés, porque hay que ser conciso para las cosas importantes. Stendhal se sabía gozosamente bocón, en una época y un lugar en que no era aconsejable ser bocón. De ahí que firmara sus libros con seudónimo: en la vida real era Henri Beyle, vicecónsul del gobierno monárquico francés en Civitavecchia, un puesto de pacotilla, la única manera que se le ocurrió a un bonapartista como él para mantenerse fuera de Francia, en los dos sentidos de la palabra mantenerse. En Italia la pasaba bomba, a su modo: todas las mujeres hermosas de su época le partieron el corazón, pero no se privó de los favores de ninguna. El las lloraba gozosamente y después escribía sobre ellas. Dije que Stendhal se sabía bocón; así fue cómo descubrió que la única manera en que alguien como él podía ser conciso era siendo digresivo: pasando de un tema a otro, para evitar decir de más y poder seguir escribiendo. Por eso, según él, había que escribir con el Código Civil siempre sobre la mesa, bien a mano, para recordarse ser concisos como un artículo de dicho mamotreto, y así cambiar de tema también.

2/10/12

Club de los libros muertos / Las editoriales se transforman en espacios de exterminio

Libro libre  John Frederick Peto
Nicolás González Varela

En 1821, Heinrich Heine escribió en su obra Almansor. Eine Tragödie que “Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen”: donde se queman libros, al final, también se quemará a los hombres. Heine rememoraba a Mohamed Ibn Abi Amir, dit Almansor, heredero forzado en el culto califato de Córdoba, ambicioso militar, filicida, que permitió que los teólogos musulmanes quemaran todos los libros que contradijeran la fe de Mahoma. Podría parafrasearse diciendo que donde se tritura un libro, ¿se triturará también a los hombres?

Hoy ya los biblioclastas (o más bien bibliofóbicos) no son intolerantes radicales o emperadores despóticos en busca de borrar pasado y opositores, sino una gris tarea de posmarketing de la industria editorial. Descubrimos horrorizados que las editoriales destruyen sus libros malvendidos. Es indiferente su calidad literaria. Malthus había descubierto la hermosa Trinidad, esos “delicados monstruos” de la producción y la crisis capitalista: sobreproducción, sobrepoblación, sobreconsumo. Y a pesar del aura que lo rodea, el libro no escapa a esta lógica. Entonces a las tres formas básicas de biblioclastía (superstición, incuria, interés) se sumaría una cuarta: la superproducción. A la ingente generación geométrica de libros se le enfrenta una progresión aritmética de lectores, diferencia que se manifiesta como stock inexplicable.

28/9/12

Quien escribe lo hace para sí mismo

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
He leído y releído un artículo llamado `La resistencia del ideal´, del escritor, o al menos creo que es un escritor, llamado Toni Montesinos. El tono del texto es académico, es decir, rígido e indigno de la versatilidad que hemos heredado de la lengua castellana, siempre serpenteante, tamboril y sonora.

Montesinos inicia la narración de su dolor citando al pintor Van Gogh, quien dice: "Así es como encaro las cosas: continuar, continuar". Esta cita nos obliga a hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo afrontar el mundo siendo escritores?, ¿lee el mundo?, ¿escribimos para el mundo? Montesinos, a grandes trazos, urde esta tesis: que nada nos importen los demás y escribamos por el amor al arte.

19/9/12

Y a veces viento… / Pocas cosas hay más etéreas, volátiles y poéticas que el viento

El viento tiene un efecto purificador, regenerador, removedor, y en su acción modificadora y, a veces, devastadora, como suele ser una de las conductas que asume la purificación

Mario Goloboff

Hay una novela del Premio Nobel de Literatura 1985, Claude Simon, que extrañamente se llama Le vent, publicada en 1957, de cuando data su moderada inserción en el nouveau roman (comodidad nominal que designa a escritores disímiles entre los que se cuentan Marguerite Duras, Nathalie Sarraute, Michel Butor, Alain Robbe-Grillet, aunque unidos por la voluntad común de cuestionar el realismo, la soberanía de la anécdota, la identificación personal de los personajes, el punto de vista de narradores omniscientes).

9/9/12

Jed Rubenfeld nos hace sentir muy de cerca ‘La pulsión de muerte’

Foto: Jed Rubenfeld
No es solo una novela policíaca que atrapa al lector con su intriga política y científica, sino también una provocativa meditación acerca del “efecto dominó”, psicológico y emocional, de la llamada ‘guerra contra el terrorismo’
Esta novela es una descarnada narración de una realidad histórica en años cruciales de la historia de los Estados Unidos

Francisco Vélez Nieto

Jed Rubenfeld / La pulsión de muerte / Traducción de Jaime Zulaika / Editorial: Anagrama

Son tres los protagonistas más importantes de esta envolvente y trepidante novela que ofrece muy diversas facetas desde el inicio de su andadura partiendo de un mismo punto de encuentro donde todos parecen estar, aunque caminando por una bifurcación de senderos que se alejan hacia puntos direcciones diferentes hasta volver a encontrarse, en el juego de tan cerca y tan lejos. Andaduras que les permiten contactar en la vieja Europa destrozada tras su Primera Guerra Mundial.

7/9/12

Diana Athill supo ganarse la muerte como una recompensa

Juan Forn

El gran Elías Canetti rechazaba la muerte. Literalmente. Creía que, si se lo proponía en serio, si enfrentaba el asunto con todo su ser, con toda la potencia de su personalidad, que era mucha, quizá lograra salirse con la suya. Salirse con la suya era no morir. Yo creo que Canetti fue una de las mentes supremas del siglo XX, pero en este aspecto tengo que coincidir con alguien mucho más pedestre que él, su anónima editora inglesa, una de mis damas preferidas en el reino de las letras, que dijo: “El señor Canetti puede rechazar la parca todo lo que quiera, pero dudo que sea recíproco”. Por esa clase de cosas, Diana Athill se ganaba al instante la confianza de sus autores o los perdía para siempre, y no fueron muchos los que perdió en sus cincuenta años de trabajo de hormiga en la editorial inglesa André Deutsch. Curiosamente, la Athill estuvo más cerca de lograr el cometido de Canetti que el propio Canetti: a los setenta y cinco años, cuando la editorial se vendió y los nuevos dueños la fletaron a su casa, descubrió con júbilo que podía escribir, que sabía escribir (“Tiene que ver básicamente con el hecho de encontrar un ritmo, o tal vez descender hasta un nivel en que ese ritmo existe de manera autónoma”). Los cuatro libros que publicó, desde entonces hasta sus noventa y dos años, hicieron creer a unos cuantos que esa mujer había pasado de largo su propia muerte, o merecido una segunda vida insospechadamente plena en las postrimerías de su prolongada (y opaca, según ella misma) existencia inicial.

31/8/12

Metanoia / La transformación interior por efecto de un sueño

Juan Forn

Si el tiburón se queda quieto, se hunde y se muere, así que hasta cuando duerme está en movimiento. ¿Sueña el tiburón cuando nada dormido? Nadie se anima a opinar. Lo único que se sabe es que el tiburón va haciendo descansar distintas partes de su cerebro mientras sigue nadando como en trance. Eso me hizo acordar una historia sobre Descartes, que tenía una tos que inquietaba tanto a su padre (la madre había muerto de la misma tos) que cuando lo mandó al prestigioso colegio de los jesuitas en La Flèche exigió para su hijo el privilegio de quedarse en la cama “en las mañanas inhóspitas de vahos y escarcha”, lo que permitió al pequeño René ejercitar el pensamiento en aquellas horas muertas y llegar a las conclusiones que todos conocemos.

Uno de esos días, Descartes tuvo un sueño tan vívido que no pudo evitar la tentación de ponerse a pensar mientras soñaba, y como no quería perderse el resto del sueño, siguió soñando mientras interpretaba. En el sueño, alguien le mostraba un poema que comenzaba y terminaba con el mismo verso, “Sí y no”, que el joven René reconocía al instante como perteneciente a los Idilios de Ausonio, un libro que amaba tanto que siempre lo tenía sobre su mesa, así que manoteó el libro, en el sueño, y se puso a buscar el poema y descubrió con estupor lo mismo que comprobó al despertar e ir hasta su mesa y abrir su ajado ejemplar de los Idilios de Ausonio: el poema no estaba, pero al terminar de hojear el libro, uno tenía la certeza de haberlo leído, desparramado en tinta invisible a lo largo de sus páginas. Es asombroso que Descartes haya sacado de ahí el razonamiento cartesiano, en lugar de la teoría de la incertidumbre, pero ya lo dijo el gran Lichtenberg: “Toda nuestra historia es únicamente de hombres despiertos. No hay una historia de los hombres que duermen”.

18/8/12

El ‘Negro’ John Howard Griffin contra el Sur

Juan Forn

No es tan raro que un tejano nacido en Dallas viajara a París a estudiar música y lograra ser aceptado como alumno por Nadia Boulanger: los argentinos conocemos el caso de un marplatense que logró lo mismo; su nombre era Astor Piazzolla, y ya sabemos cómo siguió su vida después. Pero el tejano John Howard Griffin llegó a París quince años antes que Piazzolla, y casi enseguida los nazis ocuparon París y, aunque Boulanger era famosa por su taxativa afirmación de que cualquier alumno que se perdiera una sola de sus clases era porque no se tomaba la música suficientemente en serio, hizo una excepción con el joven Griffin: primero le ofreció llevarlo con ella (Stravinski tenía todo listo para hacerla llegar hasta Portugal y desde ahí a América). Cuando el tejano Griffin se negó a huir, la Boulanger lo encomendó a las manos de la Resistencia y le aseguró que retomarían las clases luego de la guerra.

Tres años estuvo el joven Griffin en la Resistencia hasta que logró enrolarse en el ejército norteamericano, que lo envió a pelear al Pacífico, de donde retornó ciego y condecorado después de la guerra a su Tejas natal. Ni se le ocurrió volver a París. Daba clases de piano, daba charlas sobre sus experiencias, empezó a escribir artículos periodísticos. Diez años estuvo así hasta que recuperó milagrosamente la vista. Ya no daba clases de piano para entonces, pero seguía escribiendo y dando charlas. En una de ellas había conocido a Thomas Merton y se hizo medio discípulo de él. Un día de 1959, Merton le mandó un recorte de diario que decía que la tasa de suicidios entre la población negra del sur norteamericano había aumentado. El mismo día, en una charla sobre racismo, oyó tres frases que le quedaron grabadas: “Un negro del sur jamás le dirá lo que piensa de verdad a un blanco”; “La única manera en que un blanco pueda comprender eso es despertando una mañana con la piel negra”; “Hasta que llegue ese día seguirá habiendo una pared entre negros y blancos en el sur”. Griffin entendió todo eso a su manera y tuvo una idea loca: fue a ver a un dermatólogo y descubrió que era posible despertarse una mañana con la piel negra. Existe una enfermedad llamada vitiligo, que produce manchas blancas en la piel. Existe una medicación llamada Oxoralen, que oscurece la piel. Si se toman altas dosis de Oxoralen complementadas con sesiones igualmente intensivas de rayos ultravioleta durante una semana...

12/8/12

Al fondo a la izquierda / Textos alrededor de los tiempos interesantes vividos por Eric Hobsbawm

A los 94 años, después de publicar sus extraordinarias memorias (Tiempos interesantes), el gran historiador inglés Eric Hobsbawm –que dedicó su vida a analizar y explicar la era moderna, desde la Revolución Francesa hasta los estertores del siglo XX– tenía un libro más por escribir: Cómo cambiar el mundo. Tras sentirse parte de la generación con la que se extinguiría el marxismo de la vida política e intelectual de Occidente, las crisis financieras, la espiral conflictiva del capitalismo y los cambios en América latina le dieron la alegría de volver a su querido Marx. En el libro, despeja con su habitual lucidez las malas interpretaciones, archiva los preceptos que envejecieron y despliega las herramientas que ofrece el autor de El Capital para entender el mundo en el siglo XXI y hacerlo un lugar mejor.

Fernando Bogado

Imaginen la escena: Eric Hobsbawm, reconocido historiador inglés de corte marxista, y George Soros, una de las mentes financieras más importantes del mundo, se encuentran en una cena. Soros, quizá para iniciar la conversación, quizá con el objetivo de continuar alguna otra, le pregunta a Hobsbawm qué opina de Marx. Hobsbawm elige dar una respuesta ambigua para evitar el conflicto, y respondiendo en parte a ese culto a la reflexión antes que a la confrontación directa que caracteriza sus trabajos. Soros, en cambio, es concluyente: “Hace 150 años este hombre descubrió algo sobre el capitalismo que debemos tener en cuenta”.

27/7/12

Cuando cae el rayo / “… que baja súbito del cielo, electrifica lo que encuentra a su paso y se esfuma tal como había llegado”

Juan Forn

Jorge Luis Borges dijo una vez que todo libro que no encierra su contralibro es un libro incompleto. John Berger escribió de joven un libro en el que contaba cómo era la vida de un médico rural en la Inglaterra de posguerra, que de día atendía a pacientes y de noche se quemaba las pestañas leyendo, no sólo para mantenerse al día con los avances de la medicina, sino para poder contestar las preguntas existenciales que le hacían sus humildes pacientes (por qué morimos, qué es la enfermedad). Berger admiraba de tal manera la vida de ese médico que tituló su libro Un hombre afortunado.

Jean-Marie Gustave Le Clézio
Pero en la página final, en un breve epílogo, informaba que aquel médico rural se había suicidado quince años después. “Un suicidio no constituye necesariamente una crítica de la vida a la que pone fin, aun cuando nos haga mirar desde ahí la historia de esa vida”, decía Berger. Había algo en esa fabulosa frase que abría una cuña de aire en su libro, un puente hacia la nada. A veces un libro nos deja así; a veces pasa la vida entera sin que encontremos su contralibro.

Déjenme contar hoy la historia de otro libro sobre otro médico rural, otro médico de frontera. En el mundo colonial africano podían pasar cosas como ésta: nacías francés en las Islas Mauricio, que habían sido francesas después de ser árabes, holandesas y portuguesas, pero que eran británicas cuando los colonos europeos fueron invitados a abandonar la isla, después de la Primera Guerra. Tu familia se queda sin nada, debe volver como pueda a Europa, pero no es Francia sino Inglaterra la única que les tira un hueso, y ese hueso es una beca del gobierno para estudiar. Nuestro aspirante a médico sabe que sólo cuenta con eso, no puede permitirse fracasar, y no se lo permite. Pero el llamado de la selva reverbera en su sangre. Cuando lo mandan a hacer la residencia en el departamento de enfermedades tropicales del Hospital de Southampton, se anota en cuanto puede de voluntario para ir a Guyana. Pasa dos años allá. Vuelve de licencia a Francia, conoce a su prima hermana, se enamora de ella, parte a su nuevo destino: Nigeria, la sabana africana. Espera pacientemente la primera licencia para volver y poder casarse con ella y llevársela a África con él (el tema de las licencias es decisivo en esta historia: son quince días cada dos años, en el mejor de los casos, y ya hablaremos del peor).

17/7/12

Mohamed Mossadegh / El patriota persa

Mohamed Mossadegh  Jon Sartish 
Lindsey Hilsum

Christopher de Bellaigue acaba de publicar una interesante biografía: Patriot of Persia: Muhammad Mossadegh and a Very British Coup  (HarperCollins The Observer-The Guardian 

Irán es el único país del mundo donde la gente piensa que en secreto, tras la máscara, Estados Unidos es el perrito faldero de Gran Bretaña. El héroe epónimo de la novela cómica de 1970 Mi tío Napoleón -que se convirtió en una de las series de televisión más populares de la historia de la televisión iraní- parodia cariñosamente eso mismo: de todo lo que salía mal, el tío Napoleón culpaba a los británicos.

La razón se encuentra en un período histórico que ha quedado marcado en las mentes de generaciones de iraníes, pero olvidado en el Reino Unido. En el elegante relato que Christopher de Bellaigue elabora sobre la vida del primer ministro nacionalista Mohamed Mossadegh, así como sobre el golpe dirigido contra él por el MI6 y la CIA, no sólo cuenta toda la historia de lo que sucedió, sino que pone de relieve los peligros de una política exterior que hace caso omiso de las percepciones de aquéllos con recuerdos más profundos que los nuestros.

Ha habido varias biografías anteriores de Mossadegh, pero De Bellaigue -un periodista británico que habla persa, que vivió en Irán y se casó con una iraní- ha escrito un libro fresco y relevante, con un pie en los dos campos, el británicos y el iraní. Muhammad Mossadegh era un noble persa, nacido hacia el final del siglo XIX, que como primer ministro de Irán en la década de 1950 nacionalizó el petróleo del país. Esto lo puso en conflicto con el gobierno británico, liderado por Winston Churchill, que, justo antes del estallido de la primera guerra mundial, había comprado una participación mayoritaria en la Compañía Anglo-Persian Oil, con su concesión en Irán. Churchill pensó que si se permitía el movimiento de Mossadegh se sentaría un precedente  y el poder imperial británico estaría amenazado en todo el mundo.

14/7/12

1984 / La película sobre la novela homónima de George Orwell

Jesús Dapena Botero

El año 1984 llegó, sin que las cosas aparentemente hubiesen cambiado demasiado en relación con lo que se vivía en 1949, cuando se publicó la novela de George Orwell, tras su retiro la isla de Jura, donde redondearía su relato, el cual había empezado a rayar desde 1945, en los prolegómenos de la Guerra Fría. La isla de Jura debía resultar para el escritor un sitio alejado de la civilización y todo su malestar, para un hombre que pensaba que, tal vez, había que dar marcha atrás y retornar a un mítico pasado, donde hubiera lugar para el buen salvaje rousseauniano.

Tal vez, no percibíamos demasiado bien los cambios; de todas formas, no nos estábamos bañando en el mismo río.

Esa falta de registro era quizás, por esa sensación de continuidad que se da, en la medida en que los años parecieran estar tan bien empatados, que ni se nota el empalme del uno con el otro.

Al final: 1984
[Película completa]
En 1984, las guerras locales no cesaban; había luchas en el Golfo Pérsico entre iraníes e iraquíes; los bombardeos israelíes sobre el Líbano hacían sangrar y morir a sus gentes así, en Panamá, se firmara un anteproyecto de paz para Centroamérica, con la intercesión del Grupo de Contadora; sin embargo, en Europa había todo un despliegue de misiles soviéticos sobre Alemania Oriental, mientras en Suecia se inauguraba una conferencia para el desarme en Europa.

En Brasil, se exigía un retorno a la democracia y terminar de una vez por todas con el Régimen Militar, mientras en una Declaración en Caracas, España y varios países democráticos de Latinoamérica calificaban la Democracia como el mejor sistema político para los países de la región pero, paradójicamente, España compraba misiles antiaéreos a Europa y, en Asia, comandos palestinos no se quedaban quietos para atacar a Jerusalén y, en Afganistán, se producía una amplia ofensiva de las fuerzas soviéticas.

11/7/12

Charles Baudelaire / Un poeta en los márgenes

Charles Baudelaire  Cristian Leaño 
Matías Serra Bradford

En el siglo dieciocho, en algunos sitios de Europa a veces se contrataba a un ermitaño y se lo instalaba por una tarde en un bosque privado, para deleitar o aterrorizar a los invitados que lo encontraran “de casualidad” durante un paseo. Un siglo más tarde, apareció un poeta francés que cumpliría una función similar para los curiosos y críticos que se le fueron acercando. Con Charles Baudelaire, cuenta su lector Walter Benjamin, un poeta “anuncia por primera vez que pretende tener un valor de exposición. Baudelaire fue su propio impresario. De ahí su mitomanía... Ante el magro éxito que tenía su obra, terminó por ponerse a sí mismo a la venta”. Así, este portador de reticencia y procacidad se erigió en pionero de una táctica que el mundo literario iría refinando hasta embanderarla como recurso prioritario.

Una actualización de lecturas

Una vieja verdad dice que cada lector actualiza la página que lee. Benjamin lo hizo cincuenta años después de la muerte de Baudelaire, y el lector de hoy puede actualizar a estos dos expertos en abdicaciones, tomarles las impresiones digitales a años luz de sus vidas a la deriva. Cada lector viene a contradecir lo que Benjamin cita de Goethe: “Todo lo que ha tenido una gran influencia ya no puede ser realmente juzgado”. O a responder a otra pregunta: ¿qué se hace con el fantasma de una casa demolida? No hay que desplegar demasiado esfuerzo para traerlo a Baudelaire a nuestros días. En los diarios íntimos que redactó en Bruselas, leemos: “Dios es el único ser que no necesita existir para gobernar”. Con Baudelaire nos encontramos en terreno minado, sembrado de líneas que parecen escritas por encargo para el presente: “Los cambios payasescos y los desórdenes de una república sudamericana (...) Las naciones producen grandes hombres a pesar de sí mismas”.

27/6/12

Margarete Mitscherlich-Nielsen / La gran dama del psicoanálisis alemán

Foto: Margarete Mitscherlich-Nielsen
Fernando Mires

El 12 de junio de 2012 murió, pronta a cumplir 95 años, Margarete Mitscherlich-Nielsen, la gran dama del psicoanálisis alemán.

Puede que alguien opine que el término alemán está de más ya que el psicoanálisis carece de nacionalidad. Y si hubiera que adjudicarle procedencia habría que hablar, como llego a ser usual, de una “ciencia judía”. Pero no; ese no es el tema. Digo “alemán” en otro sentido.

Digo alemán porque la psicología de Margarete, junto con la de quien fuera su esposo, el psicoanalista Alexander Mitscherlich, tuvo como punto de referencia la realidad alemana de post-guerra. El clásico libro que escribieron juntos, Die Unfähigkeit zu trauern traducido al español como La incapacidad de sentir duelo, marcó -no sólo en la historia del psicoanálisis- un hito. Para todos quienes quieran analizar las razones que llevaron a casi todo un pueblo a entregarse en los brazos de un caudillo endemoniado es, todavía, el libro de los Mitscherlich, imprescindible lectura.

La incapacidad de sentir culpa se convirtió en muchos ex-adictos del nazismo en la negación de la propia biografía. Quien ha leído por ejemplo “Opiniones de un payaso” puede que entienda mejor lo que estoy diciendo. La familia exitosa que construye su vida sobre la ruina de un pasado nazi relegado al olvido, no fue una simple invención de la gran novela de Heinrich Böll.

22/6/12

Antropología marxista / Es hora de leer a Lenin

Vladimir Lenin ✆ Inobras
Eduardo Zeind Palafox  

 Especial para La Página 
Vamos a aleccionarnos en menesteres antropológicos. El hombre es tal, el hombre es cual, el hombre es este o el de allá, decimos. Pero jamás concluimos una definición que nos sirva para conocer al hombre. Y si no lo hacemos, es porque el hombre tiene la gran capacidad de recrearse o de renovarse. Somos como los niños, que terminando de ver una película de vaqueros quieren ser vaqueros. Cuando los niños ven una película acerca de astronautas, quieren ser astronautas. Y si todos los días vemos idiotas, deseamos ser idiotas.

Estos ejemplos confirmarían las teorías de los que afirman que el medio ambiente configura al hombre. Pero otros, como Carlyle, nos refutarían. Es el héroe el que transforma el medio ambiente, el cual transforma, a su vez, a las masas. Hablar así es hablar de estirpes y de razas, aunque los conceptos raciales sean desechados actualmente por prudencia y por amor a la santa paz. ¿Qué estudia, al final, un antropólogo? Estudia las formas de producción materiales y culturales que practica el hombre.

20/6/12

Sobre la escritura... ¡y la lectura!

En la biblioteca siempre se encuentran libros especiales ✆ Taeeun Yoo
Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Pagina
He regresado a los bajos mundos, a las grandes ligas de la redacción comercial. Hoy he escrito veinticuatro guiones de radio y he fumado cinco cigarrillos, y todo en menos de dos horas. Soy veloz. L. Armstrong ha soplado toda la mañana sus ritmos y mi pluma vuela, improvisando, hasta las sensibilidades del público. He regresado, maldita sea, a las grandes, a las benditas grandes ligas. Jamás me fui de ahí. Jamás dejé de pertenecer al grupo de los mejores.

Como los griegos, yo no acepto soñar en la paz, pero sí en la guerra. Y los que duermen estando en guerra sólo oyen trompetas, oyen los grandes llamados. Y es que "la vida es sueño", según Calderón. Quiero dar algunos consejos. Tales consejos le servirán al redactor en ciernes. Tales consejos me han servido en los últimos ocho años.

El primer consejo que doy consiste en leer como desaforados. Yo leo de todo. Leo el aburrido New York Times y leo El Capital. Leo los periódicos locales, que son redactados por piaras de cerdos, y leo los bonitos libros que venden en las tiendas de autoservicio.

16/6/12

Historia de dos amigos / Jürgen & Simón

 Nicolas Duffaut 
Marcelo Colussi

Desde sus respectivos nacimientos estuvieron siempre juntos. Vieron el mundo con escasas dos semanas de diferencia, y sus vidas quedaron casi hermanadas desde un primer momento. Aunque no eran hermanos, lo parecían. Compartieron juegos infantiles, estudios primarios, penas y alegrías de niños, nevadas y calores. Simón siempre fue algo gordo, característica que se acentuó en su adolescencia. Jürgen, por el contrario, fue siempre delgado, enjuto. Ambos eran altos.

Se protegían mutuamente, en todo: con mentiras piadosas antes sus madres o maestros para apañar fechorías menores del otro; con puños y puntapiés antes niños hostiles.

Sus respectivos padres no tenían muy en cuenta la relación; eran amiguitos, así de simple, buenos amiguitos, y ello no daba para abrir ninguna reflexión al respecto. La cuestión de la religión no contaba.

En realidad, si bien ambas familias eran practicantes de sus respectivos credos, ninguna era particularmente devota. Seguían sus ritos como las tradiciones lo mandaban, pero no pasaban de allí. Jürgen era católico; Simón, judío.

Los dos niños fueron formados en sus creencias, pero entre sí nunca hablaban de ello. No era necesario; los unía otra infinidad de cosas, y el tema religioso no contaba. Como tantos niños –¿como todos?– sus preocupaciones no iban por el lado teológico; el ámbito espiritual era una obligación más, pesada como todas las obligaciones, como lavarse los dientes o bañarse cada sábado.

8/6/12

La Filosofía sirve para distinguir los conceptos verdaderos de los conceptos falsos.

Jazz @ Paul Grech
Lenin recomendaba que todo lo contrastáramos contra los hechos, contra los acontecimientos y contra la Historia

¿Que franceses e ingleses han formado nuestra intelectualidad? No me parece posible. El mundo jamás ha sido francés o inglés, jamás ha sido totalmente romano o griego.

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
¿Por qué los intelectuales norteamericanos no leen? Porque ellos argumentan con bombas, misiles y pistolas. Como terminé mi trabajo de oficinista rápidamente, me puse a leer la pésima revista Letras Libres, más aburrida y estática que la política mexicana.

Leí una reseña, una reseña sobre un tal David Brooks, supuesto intelectual o "burgués bohemio", supuesto redactor del New York Times, único puente de su angosta fama. La reseña medita sobre su nuevo libro, titulado El animal social, título que me parece poco sugestivo y pasado de moda (parece un libro del XIX).

El escritor de la mencionada obra cita modernos, novedosos y actuales trabajos científicos, monografías estudiantiles que afirman que las pasiones dominan al hombre, funesto gusano que soslaya las razones. ¿Para aprender estas torpezas van los jóvenes norteamericanos a la universidad? Para mí es norteamericano cualquiera que viva arriba de México o que acepte vivir al estilo norteamericano.

Ya no soy Frederick Rolfe (ni el Barón Corvo), llámenme Adriano VII

Foto: Frederick Rolfe
Barón Corvo
 
Juan Forn

Había una vez un inglés muy atildado que tenía que dar un discurso en un club de gourmets, el primer club de gourmets que se abría en Londres: el Food & Wine Club. Le iba el pellejo en ese discurso. Era la primera reunión, necesitaban seiscientos socios para no quedar en la calle, no era buen año para quedarse en la calle 1931. Y, sin embargo, el atildado AJ Symons hizo su discurso sobre un pederasta loco, que intentó por todos los medios ordenarse cura luego de convertirse al catolicismo, y lo rechazaron por puto, malvivió como tutor, fue echado de todas partes, murió en 1913 en Venecia, debajo de una lona, dentro de una góndola fondeada en un embarcadero donde dormía hacía semanas. En el medio, este personaje escribió un libro increíble, llamado Adriano VII, en donde un pederasta loco era rechazado para el sacerdocio por puto y durante veinte años se sometía a un régimen de eremita piadoso hasta que del Vaticano venían a decirle que se habían equivocado, que les había dado una lección: que merecía los hábitos. Al mismo tiempo están eligiendo Papa en Roma y no se ponen de acuerdo hasta que llega a la mesa cardenalicia el relato de ese santo varón que durante veinte años creyó que merecía ser sacerdote. “Un hombre así necesita la Iglesia”, dice uno de los prelados. Los demás asienten. Habemus Papam. El pederasta devenido santo varón dice: “Ya no soy Frederick Rolfe. Llámenme Adriano VII”.