Ricardo Piglia ✆ René González |
En el tedio de las siestas de verano, todas las persianas
bajas, toda la casa en silencio, un chico de tres años observa desde la
penumbra a su abuelo sentado en un sillón, inmóvil, concentradísimo en el libro
que sostiene en las manos. Al nieto le gusta copiar todo lo que hace el abuelo,
así que arrima una silla a los estantes de la biblioteca, saca un tomazo y va a
sentarse en los escalones de la puerta de su casa, con el libro abierto sobre
las rodillas y la misma expresión de su abuelo. La casa queda a una cuadra de
la estación de Adrogué. Cada media hora pasan por la calle los que bajan del
tren. A la hora de la siesta son pocos, en ese verano de 1943. Uno de ellos, el
único que repara en él, frena su marcha, le muestra sin decir palabra al chico
que tiene el libro al revés y sigue su cansino camino. En 1943, la familia de
Borges todavía pasaba los veranos en el Hotel Las Delicias de Adrogué. De
manera que ese pasajero que le enderezó el libro al chico bien pudo ser ya
sabemos quién.