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Foto: Vittorio de Sica |
Cuentan que un día de 1945, cuando los nazis acababan de
dejar la capital italiana, Vittorio de Sica iba en bicicleta por Roma y se topó
con Rossellini, tumbado en la escalinata de la plaza de España. “¿Hola Roberto,
¿Qué tal? ¿Qué estás haciendo?”, le saluda.
“Voy a rodar una película sobre la
ocupación, con Anna y un cómico nuevo, un tal Fabrizi, en el papel de cura. A
ver qué sale. ¿Y tú?”, se interesa.
“Yo nada, tengo la idea de hacer algo sobre
los sciuscià, ¿sabes?, esos niños que
limpian los zapatos en la calle”, confiesa.
“En aquel instante, nació el
neorrealismo”, sella Emi de Sica, hija mayor del director: Rossellini realizó ‘Roma
ciudad abierta’ y su padre ‘El limpiabotas’, tierna y dolida epopeya que trajo
a Italia el primer Oscar, en 1946.
De Sica (1901-1974) no fue solo el pionero del cine hecho en
la calle: antes fue un cantante de fama, talentoso intérprete de teatro y,
luego, actor y maestro de la comedia a la italiana, descubridor de actores como
Sophia Loren o Alberto Sordi; marido y padre de dos familias distintas,
censurado y excomulgado por la Iglesia, escándalo en la Italia conservadora que
despertaba de la guerra. De Sica fue, ninguno y cien mil, por citar el título de
una obra esencial de Pirandello. Todos sus rostros se desvelan al visitante de
la exposición ‘Tutti de Sica’, en el Ara Pacis de Roma.