Eduardo Zeind Palafox | Especial para La Página | El tiempo es una cosa callada que se va "hora tras hora", declara un profundo poema del bardo Manuel Machado. El tiempo, afirma el filósofo Kant, es un acontecimiento que tiene lugar en el interior de nuestra mente, que es la medida de todas las cosas, si nos resignamos a la sentencia de Protágoras. El tiempo es un espectador de nacimientos y de muertes. El tiempo devora, "hora tras hora", nuestra memoria. Son los poetas los entes que mejor han sabido definir el tiempo, aunque lo han hecho de forma indirecta, eludiendo la perenne cifra y remitiéndose a la cambiante palabra. Es paradójico, aparentemente, que con la cifra, que es eterna, queramos medir lo cambiante, y que con la palabra, que es cambiante, queramos medir lo eterno.
La idea del tiempo está hecha de una terminología, de sendas categorías mentales, de conceptos. El tiempo, conceptualmente, está hecho de segundos, de minutos, de horas, de días, de meses, de años (tal es su terminología). El tiempo, históricamente, está hecho de guerras, de batallas, épocas y revoluciones (tales son las categorías con las que pensamos en Cronos).